La escritura es un fantasma que acosa en los rincones de mi casa. Asi de simple, una piedra en el zapato, un vaso semivacio en el medio de la mesa, la gota incansable de la canilla. Cuando no escribo es una llaga en la boca, un ardor en el estómago. Trato de pensar en esos días vacíos en aquellas viejas cosas que debo mejorar. El ritmo de un poema, la estructura de un relato. Y las dudas como aquellas viejas furias griegas acuchilla cada idea. ¿Qué es contar algo? y la tensión se da entre la anécdota y el clima. Escribo para contar algo, escribo para intentar hacer sentir algo. Escribo para experimentar, escribo porque no se jugar bien al fútbol. Y de pronto la idea se presenta como una silueta precisa sobre el horizonte pero se aleja, y veo su arboladura hundirse en la distancia. Hago dibujos en los papeles, me cuestiono si es mejor trazar un plan o dejar que las palabras te lleven.

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